Arte y fe
Querido visitante, bienvenido a la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús. Es un templo perteneciente a la Compañía de Jesús, conocido popularmente como la Residencia, al hallarse aquí la residencia de los Jesuitas en la capital bizkaina. Se encuentra en pleno corazón de la villa, en el Ensanche bilbaino, y constituye uno de los más destacados ejemplos de arquitectura religiosa del Bilbao contemporáneo.
Antes de comenzar la visita al templo, te contaremos la historia de la Compañía en tierras de Bizkaia y su establecimiento en la villa de Bilbao. Cabe reseñar que la Compañía de Jesús fue fundada por San Ignacio de Loyola en el año 1534 y aprobada por el Papa Pablo III en 1540.
La fundación en Bilbao fue prioritaria, aún siendo en aquellos tiempos todavía una pequeña localidad que no sobrepasaba los 8.000 habitantes.
La primera noticia que se tiene sobre la fundación de los Jesuitas en Bilbao fue muy temprana, data del año 1545 y se encuentra en la correspondencia que tuvo San Ignacio con el obispo de Calahorra, a cuya diócesis pertenecía Bilbao. En dicha carta el santo solicita que envíe algunos compañeros a la villa. Años después, en 1552 San Francisco de Borja, uno de los primeros compañeros del fundador, visita la villa para realizar diversas gestiones para el establecimiento de la Compañía en Bilbao que, por diversas circunstancias no aconteció hasta el 15 de noviembre de 1604, cuando Domingo de Gorgolla, un rico bilbaino y mayordomo del arzobispo de Toledo, otorga en su testamento una renta anual de 1.500 ducados para la fundación en su villa natal de un colegio regentado por la “Compañía de Jesús”. Fueron años de ilusión, trabajo y crecimiento hasta que en 1767 por real orden de Carlos III, la Compañía de Jesús fue expulsada de España, teniendo que abandonar la villa de Bilbao y todas sus fundaciones. Por ello actualmente, en el antiguo colegio de San Andrés, perteneciente a la Compañía, se encuentra el Museo Vasco, mientras que la antigua capilla de los estudiantes es la parroquia de los Santos Juanes, donde se pueden advertir numerosos detalles jesuíticos.
En 1880, después de 113 años de ausencia, la Compañía vuelve a la villa de Bilbao, estableciéndose en un humilde piso en la plazuela de Santiago, frente a la Catedral bilbaina, hasta su traslado en 1888 a la nueva Residencia en la calle Ayala. Al mismo tiempo se comienza a edificar la iglesia que ahora visitas, inaugurándose el 8 de septiembre de 1890, festividad de la Natividad de la Virgen María, con una Misa solemne presidida por el Señor Obispo.
El templo fue erigido gracias a las numerosas aportaciones de los fieles, todo un testimonio de amor y devoción al Sagrado Corazón de Jesús y de reconocimiento a la encomiable labor de la Compañía en la villa de Bilbao.
La iglesia fue proyectada por José María Basterra y ejecutada siguiendo el estilo neogótico muy del gusto de la época. El diseño de este prolífico arquitecto bilbaino está influenciado por la Sainte Chapelle parisina. Además, se advierte también una influencia arquitectónica de inspiración británica, tanto en la fachada principal como en la fábrica exterior, creando un llamativo contraste con la combinación de ladrillo y piedra blanca.
“Yo hago buenamente lo que puedo, el resto lo hace el Señor, que todo lo puede”
Beato Francisco Garate
A continuación, se encuentra la majestuosa talla del Sagrado Corazón de Jesús Crucificado. Esta obra, del insigne escultor bizkaino Ricardo Iñurria, fue realizada en torno al año 1950 a petición del Padre Andrés Arístegui SJ. Recientemente, en abril de 2024, la talla fue donada por la Institución Benéfica del Sagrado Corazón.
En todo el mundo católico es común la veneración al Crucificado. El pueblo sabe que su Fe está anclada en una cruz y que, en ella, Jesús nos libró del pecado y de la muerte dando su vida por nosotros.
En la nave contraria, puedes contemplar la talla de la Inmaculada Concepción, sencilla imagen de gran devoción popular.
Seguramente has advertido, distribuidos en los muros laterales, los relieves correspondientes a las XIV estaciones del VIA CRUCIS. En muchas ocasiones parece que el acompañamiento a Jesús en su Pasión y Muerte termina en el sepulcro, olvidando que al tercer día Cristo resucitó y está vivo entre nosotros. VIA LUCIS
Llegas a la cabecera, en cuyo ábside se halla el retablo mayor y a sus lados, dos retablos de similar factura. En el retablo situado a tu izquierda, en la cabecera de la nave del Evangelio, puedes descubrir la representación del “Calvario” con su habitual composición iconográfica: Cristo crucificado acompañado por la Virgen María, que alza la vista hacia su hijo, y San Juan, el discípulo amado, reposa sus manos sobre el pecho, muestra de su aflicción al ver muerto a su Señor.
“Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga Vida eterna”
San Juan 3, 16
El conjunto se completa con las imágenes de dos insignes santos jesuitas, a la derecha San Francisco Javier, quien formaba parte del grupo de los siete hombres que fundaron la Compañía. Se le conoce como “el gigante de la historia de las misiones”, compartiendo el patronato universal de las misiones con Santa Teresa de Lisieux. El santo navarro nos muestra su corazón ardiente, signo de su fuerza espiritual y de su ímpetu evangelizador. Antes de que la Compañía fuera oficialmente aprobada fue enviado a oriente a anunciar el Evangelio, llegando a la India y posteriormente a Japón y China. Falleció a los 46 años, siendo inspiración para que muchas personas, siguiendo su ejemplo, ingresaran en la “Compañía de Jesús” llevando la Buena Nueva a tierras lejanas.
Ocupando el lado izquierdo se encuentra la talla de San Francisco de Borja portando una calavera entre sus manos. Descendiente de la realeza, Duque de Gandía, gobernador, virrey y consejero del Emperador Carlos V. El fallecimiento de la Emperatriz Isabel de Portugal le causó una profunda impresión, recordando ese día como el de su conversión. Años después, a la muerte de su esposa, renunció a su inmenso poder, riquezas y privilegios para ingresar en la Compañía de Jesús, siendo posteriormente elegido como III prepósito general. Francisco no se dejó engañar por el mundo y sabiéndose nada, confió todo en Jesucristo.
“Juro también que no serviré nunca más a un señor que se me pueda morir”
San Francisco de Borja
En la cabecera de la nave opuesta está dispuesto el retablo de la Sagrada Familia. La Virgen María y San José acompañan al Niño Jesús que eleva su brazo y su vista hacia su Padre que está en las alturas. Completan el conjunto de izquierda a derecha, las efigies de dos jóvenes santos jesuitas; San Luis Gonzaga y San Estanislao de Kostka.
Luis Gonzaga pertenecía a una familia de la alta nobleza italiana, renunció a favor de su hermano al principado que le correspondía como primogénito. Una vez liberado de cualquier atadura terrenal, ingresó en la Compañía de Jesús para entregarse al plan divino de la Providencia sobre él. Fallece a los 23 años al asistir a enfermos contagiosos durante la grave epidemia que atacó a la ciudad de Roma en 1591. Es protector de la vida y patrono de la juventud.
Estanislao de Kostka es uno de los pocos santos al que se le representa con el Niño Jesús en brazos. Después de recorrer más de 500 kilómetros desde su Polonia natal hasta Roma, fue admitido como novicio a temprana edad, pero solamente fueron nueve meses en el noviciado, ya que falleció a los 17 años. Aún así, fue un autentico modelo de santidad.
Llegamos al altar mayor situado en la cabecera del templo. Como es habitual en los templos cristianos, mira a oriente, pues de oriente surge el sol que es símbolo de Cristo y que, al igual que Cristo, nos ilumina y nos da vida.
Las imágenes del Inmaculado Corazón de María y de su esposo San José que sostiene al Niño Jesús en sus manos flanquean al Sagrado Corazón de Jesús, a cuya advocación está consagrado el templo.
En la parte inferior del retablo mayor, parece pasar inadvertido el mayor tesoro que podemos encontrar en este templo, la Presencia Eucarística del Señor en el Sagrario. Cristo vivo nos ha salvado y redimido, nos ha regalado gratuitamente la vida eterna y está siempre a nuestro lado.
Vamos acabando nuestra visita donde hemos aunado arte y fe. Deseamos que tu visita haya sido grata. Antes de abandonar el templo, te invitamos a tener unos momentos de recogimiento y oración, alabar y acompañar al Señor en su presencia eucarística en el Sagrario. Ponemos a tu disposición algunas oraciones que pueden serte útiles y diversos enlaces para profundizar en la vida de los Santos que componen los retablos.
“Nuestra salvación es un regalo de la sangre de Cristo, porque todo es Gracia, todo es don gratuito de Dios y de su amor incondicional por nosotros”
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“Ahora permanecen estas tres cosas; la fe, la esperanza y la caridad. Pero la más excelente de ellas es la CARIDAD.”
(1 Cor. 13, 13)
Si puedes mucho; mucho. Si puedes poco; poco. Si no puedes nada; nada.
CUANDO SALGAS DEL TEMPLO, HAZ TU DONATIVO. DIOS TE BENDIGA.
Tomad, Señor
toda mi libertad
mi memoria, mi entendimiento
y toda mi voluntad.
Todo mi haber y mi poseer
vos me lo disteis
a vos Señor lo torno.
Todo es vuestro
disponed a toda vuestra voluntad.
Dadme vuestro amor y gracia
que ésta me basta.
San Ignacio de Loyola
Alma de Cristo
Cuerpo de Cristo, sálvame.
Sangre de Cristo, embriágame.
Agua del costado de Cristo, lávame.
Pasión de Cristo, confórtame.
¡Oh, buen Jesús!, óyeme.
Dentro de tus llagas, escóndeme.
No permitas que me aparte de Ti.
Del maligno enemigo, defiéndeme.
En la hora de mi muerte, llámame.
Y mándame ir a Ti.
Para que con tus santos te alabe.
Por los siglos de los siglos.
Amén.
San Ignacio de Loyola
Al Hermano Garate
Dios de vida y del amor, que nos mostrasteis con las admirables virtudes del beato Hermano Francisco Garate, cuán dichosa es a vuestros ojos la vida escondida en humildad, obediencia y trabajo: dignaos glorificar a vuestro siervo ante la Iglesia, concediéndonos la gracia que pedimos por su intercesión, si ha de ser para vuestra mayor gloria y bien de nuestras almas. Amén.
¡Enamórate!
Nada puede importar más que encontrar a Dios.
Es decir, enamorarse de Él
de una manera definitiva y absoluta.
Aquello de lo que te enamoras atrapa tu imaginación,
y acaba por ir dejando su huella en todo.
Será lo que decida qué es
lo que te saca de la cama en la mañana,
qué haces con tus atardeceres,
en qué empleas tus fines de semana,
lo que lees, lo que conoces,
lo que rompe tu corazón,
y lo que te sobrecoge de alegría y gratitud.
¡Enamórate! ¡Permanece en el amor!
Todo será de otra manera.